martes, 30 de noviembre de 2010

II Festival de Poesía Pájaros Locos en el Amazonas

Participan

Marimé Arancet – Radiográfica – Presentación de Detrás de los vidrios negros- pájarosló ed.

Violeta Canggianelli – Como el amor de vida de un perro grande

Ana Claudia Díaz – encontinuada – Presentación de Limbo- pájarosló éd.

Romina Freschi – Todas cuerdas

María Gutiérrez – Río de la Plata

Estefanía Martos - Tumba de hueso bajo la noche- pájarosló ed.

Mariano Massone - Suspensión

Valeria Melchiorre – La cita

Alina Muszak- La novia cumbia

Juan Previgliano – Sala de Espera

María Laura Romano – Escritura Bruja: Poemas- Encantamientos - pájarosló ed.

Natalia Romero – Primera vez - pájarosló ed.

Mónica Rosenblum – El Caso Peralta o por Hache y por Bé + Un tratado de la divinura- pájarosló ed.

Teodora Scoufalos - La cruz


Domingo 5 de diciembre en la Radio Grafica

Gráfica Patricios - Av. de los Patricios 1941

de 17 a 21 hs

http://www.pájaroslocos.blogspot.com/

martes, 14 de septiembre de 2010

me impactó mucho esto

Por Isidoro Blastein (Concordia, Argentina, 1933-Buenos Aires, 2004)

El poeta llega tarde a todas partes. Sin embargo, hay una hora extraña en que el poeta llega antes que nadie. Es una hora peligrosa de la tarde. Peligrosa y amenazante. El color de esa hora es el color de los domingos a la tarde, precisamente a las seis de la tarde. Yo creo que a esa hora la humanidad agacha la cabeza. Entonces uno siente que el miedo se le va acercando, lo va cercando, de a poco, en círculos cada vez más chicos, más unánimes. Entonces surge el poeta, viene a la memoria. Todo lo que todos los poetas han ido escribiendo desde el centro del dolor, des- de el delicado equilibrio de la locura. Todo va a estar ahí cuando el sol ya no está, cuando hay un solo ojo que nos mira y pasa la sombra del bisonte rápidamente a nuestro lado por la pared rota de una gruta oscura. Entonces todo ser humano desde el necio al soberbio va a recordar al suicida que escribió y vendrá la muerte y tendrá tus ojos; al fusilado que dijo no le tapen la cara con pañuelos / para que se acostumbre a la muerte que lleva; y al negado que una vez dijo con el número dos nace la pena. Para eso sirve un poeta.

jueves, 26 de agosto de 2010

Rindo homenaje a la figura de Fogwill.

El efecto de realidad, 1979 (poesía)
Las horas de citas, 1980 (poesía)
Mis muertos punk, 1980 (cuentos)
Música japonesa, 1982 (cuentos)
Los Pichiciegos, 1983 (novela)
Ejércitos imaginarios, 1983 (cuentos)
Pájaros de la cabeza, 1985 (cuentos)
Partes del todo, 1990 (poesía)
Una pálida historia de amor, 1991 (novela)
Muchacha Punk, 1992, (novela)
Restos diurnos, 1993 (cuentos)
Cantos de marineros en las pampas, 1998
Vivir Afuera, 1998 (novela)
La experiencia sensible, 2001 (novela)
Lo dado, 2001 (poesía)
En otro orden de cosas, 2002 (novela)
Runa, 2003 (novela)
Canción de paz, 2003 (poesía)
Últimos movimientos, 2004 (poesía)
(...)
y es que siempre estarás, siempres estarás ... en mi.
VC

miércoles, 25 de agosto de 2010

Como el amor de la vida de un perro grande


Extracto de mi primer novela


(…)
Ese día en Brasil
Regida únicamente por la risa y el agua de lluvia no pude asumir en mis movimientos ni la más mínima dosis de cálculo, ni la obtención con mis acciones de algún beneficio.
Necesité conocer más allá de las palabras y del tono de esa voz masculina que me recordaba únicamente a mi padre. Y pensé: “La voz puede estar impostada”.
Perdí mi nombre de flor y hasta la punta de saber cuando algo se termina. Violeta es el color que más busco en el fondo de su cara mojada: el agua y la imagen de ir y venir en el tren a Quilmes, con mi bolso agarrado y sus anotaciones de despedida.
Nunca tuve una canción transparente antes.
La noche de día que nos encontró en Bombas y Bombiñas despiertos, hizo algo supremo en mi viaje desierto. Sólo me hizo reír- le conté a mi concubina y leímos Calvino hasta que se nos hizo de noche y seguía lloviendo.
Quedé intacta de sus ganas repletas en mi cuaderno de flores.
“No volvimos a reírnos así, hasta que volvió a hacerse el día” y ni se nos cruzaba ser novios ni algo. Su voz gruesa de niño sumó en la forma de mirarnos y hablar pero me faltó algo en la despedida porque me dejó con la muerte de dios igual que vos
Allí parada, con la pecera de dios vacía y la loza de cuarta lavada.

El día siguiente de otro día carioca

Lo vi desnudo o en forma al día siguiente de ese desvelo. Nuestros cuerpos secos, cansados con la resaca de mar. Su peso en mi falda. Pensé en flor y en su color despintado.
Limpié las ojotas con restos de arena y un poco de barro y lo invité a caminar a la orilla del agua. Caminamos adentro y afuera de las olas mansas.
Las casas eran todas iguales con lluvia: calurosas y húmedas.
El olor de la playa en mi ropa y la estadía totalmente sujeta a poder hablar un rato con alguien.
Cocinamos sencillo para invitar a esos sujetos descalzos. Hospedamos también a sus equipajes mojados y los homenajeamos con una botella de vino barato.
Sus anotaciones tuvieron el golpe de efecto contrario a la despedida. El agua y las burbujas de dios sin su movimiento.
Yo vi su nadar desganado. Sin bien, sin mal con su paso irónico y confiado.
“Te bautizo pasado” –me dije y pensé que así cerraba esa etapa y dejaba inaugurada una nueva y más sana.
Tercera ensoñación

El balanceo del caramelo en mi lengua me condujo ese verano a mi ser perra negra.
Mi espalda de porcelana clarita quedó desolada y virgen los años que estuve esperando algo de esos perales rosados. Como verdades de pura crueldad, esa madrugada nacieron tres aceitunas del olivo que sembré en mi balcón de bondades.
Los conductos hoy huelen a lavanda fresca. Brota de mi voz el idioma brillante de las estrellas al aire libre que iluminaron mi falda.
Son niñas que sueltan sus collares de hilos dorados y muestran algo de mi amor desmesurado. Como el amor de las perras a solas con sus hijas cachorras encima.
Y siendo suavizadas tanto, por esos ecos risueños y selectos, de alguna otra perra más virgen.
La eterna calaña desmedida que no sueña.
El morir de perra sucede en ese instante y allí aparece la ausencia.
(…)


Los gatos pintaron de verde mi nuca enrulada.
Ellas me vieron cuando entraba a bañarme en esa ducha de baño traslúcida con bañadera antigua y cortina finita. El agua en caída libre mezclada con mi culpa de siempre y el olor del goce por lo desierto desparramado en el piso. Las manchas púrpuras e intensas fueron subiendo de tono por partes de mi cuello marcado con besos.
Mi pie descalzo entrando en lo tibio de esa transparencia líquida y plateada. El ombligo desnudo de mí y la voz de esa gata nueva en mi sueño. Toda mi falta en la vidriera de mi cara y la escasez de monedas para el viaje en algún medio público.
Sin monedas para gatos. Sin monedas para esposas con gatos. Sin monedas para mí y la escasez de pintura invisible para cubrir esa escena prohibida.
Lo propio oculto en la transparencia de la cortina finita. Lo familiar del otro lado de mi mundo ideado y lo ajeno en dirección a mi nuca enrulada.
El pez siguió negro y bien muerto en mi valija compacta. Su cuerpo casi desaparecido en azules de muros húmedos y mi pelo mojado con ganas de nuevo.
Son esas gatas que pintaron mi nuca de verde y dieron vuelta el destino. Gatas de huesos flacos, gatas tibias. Sin gato compungido con la muerte de dios, ni con la voz obvia de los opuestos, cerca.
El personaje nuevo de mi sueño sabía algo de gatos. Vivía en una casa baja con patio, apta para ellos y admiraba la filosofía de vida que tienen a veces, los felinos.

(…)

Violeta Canggianelli

lunes, 2 de agosto de 2010

Un recorte breve de Segunda ensoñación

Mi casa de la laguna tenía dos cuartos, un hogar a leñas tremendo, dos banquinas mirando al hogar encendido con unas mantas rojas tejidas, las camas de pino pintadas, una galería soleada, un garaje para el citrôen visa azul de mi viejo, los dos canteros con pasto sin pinches, un cuadrado de jardín adelante y la terracita con barandas bajas y que miraban al atardecer en la laguna.

Lo único que hubiese cambiado de la felicidad de esa casa, eran las barandas bajas, muy oxidadas y que daban vértigo por la altura que la propia terraza tenía.

La reforma de esa casa fue para mí lo más cercano a lo íntimo o familiar que haya visto, durante todos esos años de viajar y creer en los cuentos del Chiribitil.

VC

de cierres

De los cinco a los siete años me dediqué a coleccionar cierres en distintos colores, tamaños y calidades, siempre en sus bolsitas con la trampa del papel contrastante y con sus envoltorios cerrados que dieran cuenta de su hermetismo. Nada de cierres sueltos. Nada de cierres sin sus bolsitas. Todos comprados en negocios afines y guardados en cajitas con tapa.

Era mi vieja que me acompañaba a comprarlos y era algo del duelo que me hacía guardarlos. Veo en su cara a mi niña. Veo en la entrada de la galería a mis cierres.

La otra cajita que guardo es la de los viernes. Azul por fuera y sin pintar por adentro. La vi cerrada, entreabierta y sin tapa pero siempre mostrando alguna sorpresa. Algo secreto e inesperado, ella me mostraba algo que todavía quedaba de mi inocencia de niña.

Como cualquier coleccionista, recuerdo detalles de esos momentos de tocar y guardar esos cierres y distinguir sus cualidades. Cierres verdes, marrones, rosados, juntos y atados. Ninguno abierto ni muy gastado. Contados y cerrados para ser estudiados en sus paquetes. Ninguno sacado de su sitio. Ninguno solo. Cierres marchitos.

VC

lunes, 26 de julio de 2010

martes, 23 de marzo de 2010

epígrafe


larga novela

cielos con sal

cruces en mí.

martes, 16 de marzo de 2010

Pasamos por todo para seguir estirando el recuerdo

Mi cara era un cuadro de Munch gritando y pidiendo auxilio al lado de un muelle.
Su mochi en mi casa con los libros usados y la botella del líquido para lentes cerrada.

“El infierno son los otros” pensé yo ni bien empezamos a buscarnos y vernos regularmente.
En el momento más duro le escribí el Poemita, que tuvo de epígrafe la frase más linda de Arturo
“Pero lo aceptaba como a un arte paupérrimo,
y en él la poesía me parecía mentira”.

Yo acepté ese cafecito más que nada por la lluvia
y para reponer mis fuerzas en la misión de elegir

me detuve en mirarle la piel y sus gestos
recordé hasta dónde podía cuidarlo
y como aceptaba esas reglas

mi rol en el juego,
me produjo cierta alegría
cierto relato de serle infiel
sin la menor dosis de culpa
con el mayor de los respetos.

Pedí mi cortado liviano y él
se pidió una bebida importada

nos quedamos en silencio.

Me desperté de esa risa
a los días de haberlo encontrado
y con el cuerpo más firme y delgado.

En forma

Lo vi desnudo o en malla al día siguiente de ese desvelo. Nuestros cuerpos secos, cansados con la resaca de mar. Su peso en mi falda. Pensé en flor y en su color despintado. Limpié las ojotas con restos de arena y un poco de barro y lo invité a caminar a la orilla del agua. Caminamos adentro y afuera de las olas mansas.

Las casas eran todas iguales con lluvia: Calurosas y húmedas.
El olor de la playa en mi ropa y la estadía totalmente sujeta a poder hablar un rato con alguien.

Cocinamos sencillo para invitar a esos sujetos descalzos. Hospedamos también a sus equipajes mojados y los homenajeamos con una botella de vino barato.

Sus anotaciones tuvieron el golpe de efecto contrario a la despedida. El agua y las burbujas de dios sin su movimiento.

Yo vi su nadar desganado. Sin bien, sin mal con su paso irónico y confiado.

“Te bautizo pasado” –me dije y pensé que así cerraba esa etapa y dejaba inaugurada una nueva y más sana.

martes, 9 de marzo de 2010

Ese día

perdí mi nombre de flor y hasta la punta de saber cuando algo se termina. Violeta es el color que más busco en el fondo de su cara mojada: el agua y la imagen de ir y venir en el tren a Quilmes, con mi bolso agarrado y sus anotaciones de despedida.

Nunca tuve una canción transparente antes.

La noche de día que nos encontró en bombas y bombiñas despiertos, hizo algo supremo en mi viaje desierto. Sólo me hizo reír- le conté a mi concubina y leímos Calvino hasta que se nos hizo de noche y seguía lloviendo.

Quedé con sus ganas repletas en mi cuaderno de flores

“No volvimos a reírnos así, hasta que volvió a hacerse el día” y ni se nos cruzaba ser novios ni algo. Su voz gruesa de niño sumó en la forma de mirarnos y hablar pero me faltó algo en la despedida, porque me dejó con la muerte de dios, igual que vos

allí parada, con la pecera de dios vacía y la loza de cuarta lavada.

sábado, 6 de marzo de 2010

Iturriza

Amanecí con la espalda manchada y los pies impregnados de amarillos y verdes.
Mi cara era de un fucsia encendido. El ánimo como la misma flor marchita de mi pelo sin rulos. Ví en mi voz el sonido de la piedra que tiró y no se detuvo.

La luz de mi sonrisa tenía despintadas sus gotas de vuelo
Veo mal ese cielo. Son torres de cielo en un arreglo de letras y pinches.

De la ventana mojada de su casa del sur se podía ver el pasto bicolor y la cara de su perrito pintado.

Su madre llegó una tarde vestida de colores primarios hablando de su baño aclarado, de los grillos celestes y de un grillo gris, mojado y dormido en el vitraux del fondo de su ventana.

Todo parece un laberinto asignado. El verde de las nubes y la tierra repleta de bichos y pinches. La punta de la montaña blanca era igual al algodón pinchudo.

Mi barco de papel no tiene límites claros. Le puse mi campanita en lo más alto de la vela y pegué en el borde la foto del beso desnudo de john y yoko.

La retina desprendida de Itu me hizo vivir insana esos años nuevos. Me paro en la esquina de la cabaña de rombos y veo los dos engaños en su cuerpo de zorrino. Su corbata atada a la garganta me volvió a contar el porqué, del bies de sus jeans, arremangados en la playa mojada.


Violeta Canggianelli

Dilema de vuelo

Quitamos el techo con la mira puesta
en ese panorama alentador
con un vistazo supe la hora de los dos
usos horarios diferentes

era hora de que la diminuta bailarina
aprenda a cortejarlo

un cuerpo efervescente dándole la oportunidad
de desplegarse en total libertad

pocas reglas pero precisas
empecinadas en darle satisfacción

Ella misma lanzada a crear

sin tapujos decorosos
resucitando a ese puro
escritor reprimido.


Violeta canggianelli