Lo vi desnudo o en malla al día siguiente de ese desvelo. Nuestros cuerpos secos, cansados con la resaca de mar. Su peso en mi falda. Pensé en flor y en su color despintado. Limpié las ojotas con restos de arena y un poco de barro y lo invité a caminar a la orilla del agua. Caminamos adentro y afuera de las olas mansas.
Las casas eran todas iguales con lluvia: Calurosas y húmedas.
El olor de la playa en mi ropa y la estadía totalmente sujeta a poder hablar un rato con alguien.
Cocinamos sencillo para invitar a esos sujetos descalzos. Hospedamos también a sus equipajes mojados y los homenajeamos con una botella de vino barato.
Sus anotaciones tuvieron el golpe de efecto contrario a la despedida. El agua y las burbujas de dios sin su movimiento.
Yo vi su nadar desganado. Sin bien, sin mal con su paso irónico y confiado.
“Te bautizo pasado” –me dije y pensé que así cerraba esa etapa y dejaba inaugurada una nueva y más sana.
Sofía Castillón
Hace 5 años
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