martes, 23 de marzo de 2010

epígrafe


larga novela

cielos con sal

cruces en mí.

martes, 16 de marzo de 2010

Pasamos por todo para seguir estirando el recuerdo

Mi cara era un cuadro de Munch gritando y pidiendo auxilio al lado de un muelle.
Su mochi en mi casa con los libros usados y la botella del líquido para lentes cerrada.

“El infierno son los otros” pensé yo ni bien empezamos a buscarnos y vernos regularmente.
En el momento más duro le escribí el Poemita, que tuvo de epígrafe la frase más linda de Arturo
“Pero lo aceptaba como a un arte paupérrimo,
y en él la poesía me parecía mentira”.

Yo acepté ese cafecito más que nada por la lluvia
y para reponer mis fuerzas en la misión de elegir

me detuve en mirarle la piel y sus gestos
recordé hasta dónde podía cuidarlo
y como aceptaba esas reglas

mi rol en el juego,
me produjo cierta alegría
cierto relato de serle infiel
sin la menor dosis de culpa
con el mayor de los respetos.

Pedí mi cortado liviano y él
se pidió una bebida importada

nos quedamos en silencio.

Me desperté de esa risa
a los días de haberlo encontrado
y con el cuerpo más firme y delgado.

En forma

Lo vi desnudo o en malla al día siguiente de ese desvelo. Nuestros cuerpos secos, cansados con la resaca de mar. Su peso en mi falda. Pensé en flor y en su color despintado. Limpié las ojotas con restos de arena y un poco de barro y lo invité a caminar a la orilla del agua. Caminamos adentro y afuera de las olas mansas.

Las casas eran todas iguales con lluvia: Calurosas y húmedas.
El olor de la playa en mi ropa y la estadía totalmente sujeta a poder hablar un rato con alguien.

Cocinamos sencillo para invitar a esos sujetos descalzos. Hospedamos también a sus equipajes mojados y los homenajeamos con una botella de vino barato.

Sus anotaciones tuvieron el golpe de efecto contrario a la despedida. El agua y las burbujas de dios sin su movimiento.

Yo vi su nadar desganado. Sin bien, sin mal con su paso irónico y confiado.

“Te bautizo pasado” –me dije y pensé que así cerraba esa etapa y dejaba inaugurada una nueva y más sana.

martes, 9 de marzo de 2010

Ese día

perdí mi nombre de flor y hasta la punta de saber cuando algo se termina. Violeta es el color que más busco en el fondo de su cara mojada: el agua y la imagen de ir y venir en el tren a Quilmes, con mi bolso agarrado y sus anotaciones de despedida.

Nunca tuve una canción transparente antes.

La noche de día que nos encontró en bombas y bombiñas despiertos, hizo algo supremo en mi viaje desierto. Sólo me hizo reír- le conté a mi concubina y leímos Calvino hasta que se nos hizo de noche y seguía lloviendo.

Quedé con sus ganas repletas en mi cuaderno de flores

“No volvimos a reírnos así, hasta que volvió a hacerse el día” y ni se nos cruzaba ser novios ni algo. Su voz gruesa de niño sumó en la forma de mirarnos y hablar pero me faltó algo en la despedida, porque me dejó con la muerte de dios, igual que vos

allí parada, con la pecera de dios vacía y la loza de cuarta lavada.

sábado, 6 de marzo de 2010

Iturriza

Amanecí con la espalda manchada y los pies impregnados de amarillos y verdes.
Mi cara era de un fucsia encendido. El ánimo como la misma flor marchita de mi pelo sin rulos. Ví en mi voz el sonido de la piedra que tiró y no se detuvo.

La luz de mi sonrisa tenía despintadas sus gotas de vuelo
Veo mal ese cielo. Son torres de cielo en un arreglo de letras y pinches.

De la ventana mojada de su casa del sur se podía ver el pasto bicolor y la cara de su perrito pintado.

Su madre llegó una tarde vestida de colores primarios hablando de su baño aclarado, de los grillos celestes y de un grillo gris, mojado y dormido en el vitraux del fondo de su ventana.

Todo parece un laberinto asignado. El verde de las nubes y la tierra repleta de bichos y pinches. La punta de la montaña blanca era igual al algodón pinchudo.

Mi barco de papel no tiene límites claros. Le puse mi campanita en lo más alto de la vela y pegué en el borde la foto del beso desnudo de john y yoko.

La retina desprendida de Itu me hizo vivir insana esos años nuevos. Me paro en la esquina de la cabaña de rombos y veo los dos engaños en su cuerpo de zorrino. Su corbata atada a la garganta me volvió a contar el porqué, del bies de sus jeans, arremangados en la playa mojada.


Violeta Canggianelli

Dilema de vuelo

Quitamos el techo con la mira puesta
en ese panorama alentador
con un vistazo supe la hora de los dos
usos horarios diferentes

era hora de que la diminuta bailarina
aprenda a cortejarlo

un cuerpo efervescente dándole la oportunidad
de desplegarse en total libertad

pocas reglas pero precisas
empecinadas en darle satisfacción

Ella misma lanzada a crear

sin tapujos decorosos
resucitando a ese puro
escritor reprimido.


Violeta canggianelli