De los cinco a los siete años me dediqué a coleccionar cierres en distintos colores, tamaños y calidades, siempre en sus bolsitas con la trampa del papel contrastante y con sus envoltorios cerrados que dieran cuenta de su hermetismo. Nada de cierres sueltos. Nada de cierres sin sus bolsitas. Todos comprados en negocios afines y guardados en cajitas con tapa.
Era mi vieja que me acompañaba a comprarlos y era algo del duelo que me hacía guardarlos. Veo en su cara a mi niña. Veo en la entrada de la galería a mis cierres.
La otra cajita que guardo es la de los viernes. Azul por fuera y sin pintar por adentro. La vi cerrada, entreabierta y sin tapa pero siempre mostrando alguna sorpresa. Algo secreto e inesperado, ella me mostraba algo que todavía quedaba de mi inocencia de niña.
Como cualquier coleccionista, recuerdo detalles de esos momentos de tocar y guardar esos cierres y distinguir sus cualidades. Cierres verdes, marrones, rosados, juntos y atados. Ninguno abierto ni muy gastado. Contados y cerrados para ser estudiados en sus paquetes. Ninguno sacado de su sitio. Ninguno solo. Cierres marchitos.
VC
Sofía Castillón
Hace 5 años
2 comentarios:
Bravo amiga
no tan anonima.. noe
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