lunes, 10 de diciembre de 2012

Más rosas doradas me acompañan

Fue la naturaleza la que me puso en este lugar en la historia. Nunca se borró de mí la voz de mi padre llorando ni me salvó la cobarde memoria de ver tanta injusticia por el túnel de la tragedia en mi casa. Supe quedarme callada en ese momento y preguntar sólo cuando me inquietó su ausencia y el dolor de los ojos de mi madre. La ausencia de hermana nunca se me evidenció en algún gesto premeditado. Supe de la tragedia en el silencio de las noches del invierno que vino más tarde. Esa araña se suicidó en tanta bondad. La marca de su pierna quedó picando en mi aire. Yo la aplasto y la fulmino cada mañana con la palma de mi mano desnuda. La entierro y la miro morirse. Ella picó su sangre y se escondió en su líquido rosado oscuro. El pelo de su cabellera quieta se volvió más negro y sin vida. Esa picadura se ponía cada hora más oscura y arrugada y la miel de su piel se volvió su trampa.

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