Escribo porque descubro en lo cotidiano hechos poéticos que a veces se transforman en poesía.
Escribo poesía porque es el lenguaje que me permite ser más libre que siendo abogada y empiezo con algo que me emocione o me haga pensar distinto de lo que pensaba.
Creo que escribo desde los ocho años o desde que uno de mis cuentos preferidos fue usado para inventar otro mío. La política también me llevó a escribir a los trece o catorce años.
El amor en cambio, me obligó a hacerlo para versificar, como dijo Borges, la propia melancolía. Son dos o cuatro cosas que siempre me apasionaron u obsesionaron para tener escritos tantos cuadernos, libretitas, borradores, agendas, libros, poesías y poemas realizados en un libro y creo que son la propia existencia, mi vocación y la pasión por la soledad del poeta.
En política me apasionaron la nueva vida en democracia, los discursos apasionados, las manifestaciones a plaza de mayo, las letras y los tonos de los cantos partidarios, las miradas de otros militantes, la militancia barrial, las noches previas a las elecciones, las roscas y los rosqueros.
Puedo recordar tardes eternas dedicadas a la lectura y discusión de un texto sobre el estado escrito con mayúscula.
No puedo dejar de sentirme atraída por las personas con calle, con trabajo en sus manos y con sus historias de vida creadas artesanalmente. La calle que me encuentra con los poemas y con mis libretitas incompletas y mis viajes con muchas anotaciones y mi recorrido con la poesía como la gran particulizadora: La poesía de los matices y de la gran letra escondida.
Así como construyo un poema con mucho esfuerzo también construyo mi historia en la vida.
Ahora veo a esa misma política, con menos poética. Estoy menos generalizadora, porque busco, descubro y reconozco esos matices que tiene lo no dicho, incluyo lo artesanal en mi hacer y mi aporte intenta crear algo nuevo, precioso o desconocido.
Violeta Canggianelli.